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viernes, 15 de marzo de 2013

La guerra oculta contra el rock and roll

1) La desclasificación de gran número de archivos del FBI durante la década del
Ochenta demostró que las principales figuras musicales de la época habían sido
Sometidas a estricta vigilancia por parte de las autoridades debido a su potencial
“subversivo”.
2) Se diseñó un plan para frenar el avance de la contracultura, que incluía atentados
contra estrellas de rock y el sabotaje de festivales multitudinarios.
3) Personajes como Jimi Hendrix o John Lennon habrían sido víctimas de este plan,
conocido como “Operación Caos”.
4) En la actualidad, el objetivo de estas prácticas lo estarían siendo los raperos de
color, convertidos en improvisados ideólogos de los sectores más radicales de la
comunidad afro norteamericana.
John Lennon, Jimi Hendrix, Jim Morrison… Sus muertes llenaron de lágrimas los
ojos de millones de admiradores en todo el mundo. Pero ese llanto hubiera sido de
rabia de haberse sabido que estos músicos encontraron sus trágicos finales no como
Consecuencia de imprudencias o accidentes fortuitos, sino de un plan perfectamente
organizado para poner freno a la contracultura norteamericana.
A lo largo de la Historia de Estados Unidos el asesinato político se ha convertido
casi en una forma de arte. Los personajes más o menos molestos desaparecen
oportunamente, víctimas eventuales de actores fanáticos, como en el caso de Lincoln;
maníacos homicidas con extraordinaria puntería, como en el caso de Kennedy; o
delincuentes de poca monta que súbitamente se convierten en acérrimos racistas,
como en el caso de Luther King, cuando no deciden suicidarse de la noche a la
mañana como la pobre Marilyn. Los intereses políticos y económicos de los grandes
consorcios de comunicación norteamericanos hacen que sea muy poco conveniente
que salgan a la luz historias sobre asesinatos de Estado en el país del dólar. Sin
embargo, éstos existen, han existido y, dado el cariz que están tomando las cosas,
existirán.
En este capítulo vamos a tratar de aquellos que se relacionan directamente con
las operaciones clandestinas que la Agencia Central de Inteligencia y el FBI han
mantenido contra determinadas estrellas del rock, en aras de una estabilidad social mal
entendida y sólo posibles merced a la mentalidad rígidamente conservadora y
completamente irrespetuosa con los derechos humanos, que durante décadas imperó
en la comunidad de inteligencia estadounidense.
En efecto, los mismos mecanismos que en su momento sirvieron para instalar y
mantener a las peores dictaduras tercermundistas fueron oportunamente adaptados a
la situación doméstica para sujetar a determinados elementos considerados como
“indeseables”. ¿Cómo calificar, sí no, a esos melenudos que hablaban de hacer el amor
y no la guerra?. ¿Qué hacer con esos negros de los barrios bajos que protestaban
contra los abusos policiales y se atrevían a exigir sus derechos?. Más allá de la leyenda
negra del rock -vive rápido, muere joven y harás un bonito cadáver-, existen muchos
casos en los que la desaparición de importantes figuras de la música ofrece dudas más
que razonables de la intervención de agentes externos en la tragedia.
Como veremos, en muchas ocasiones los blancos de estas acciones tenían
constancia de que estaban en el ojo del huracán. De hecho, muchas de las víctimas
sufrieron sorprendentes episodios de paranoia antes de sus sospechosas muertes.
Todos los hombres del presidente
En 1980 el periodista danés Henrik Krüger222 reunió cierto número de
informaciones poco conocidas sobre el entorno de Nixon dentro del Partido
Republicano. Según Kruger, “el asesinato se convirtió en un modus operandi bajo el
mandato de Nixon”. Al parecer, cuando Bernstein y Woodward descubrieron en las
páginas del Washington Post la afición del Presidente por los micrófonos ocultos, las
escuchas telefónicas y otros métodos de actuación poco éticos, dejaron intacta la
podredumbre que se escondía bajo esas prácticas. Es precisamente lo que se ignora
respecto a la actuación de Nixon en la Casa Blanca lo que hizo que su sucesor Gerald
Ford dictase un indulto incondicional hacia su persona como una de las primeras
medidas que tomó al ocupar el cargo, pues las responsabilidades penales del ex
presidente iban mucho más allá de lo que la opinión pública conocía, que ya era
mucho.
En aquella época, en la Casa Blanca se constituyó un verdadero escuadrón de
la muerte, comandado por el siniestro Howard Hunt223, “asesor” de la CIA que
solucionó para el presidente Nixon muchos asuntos complicados. De hecho, el teléfono
de Hunt estaba en la agenda de uno de los sorprendidos colocando micrófonos en el
edificio Watergate, a raíz de lo cual decidió confesar su participación en el espionaje
después de que el gobierno de Nixon no le pagase el dinero convenido para mantener
su silencio.
Para los trabajos más delicados Hunt contrató a su vez a Gordon Liddy -otro de
los implicados del caso Watergate- y al doctor Edward Gunn, un experto en toxinas y
director de la división de servicios médicos de la CIA.
Los métodos de este equipo de matones de lujo eran de lo más variado pero,
dado que el mejor asesinato es aquel que nadie llega a investigar, las “sobredosis”, los
“suicidios” y los ataques al corazón se convirtieron en los favoritos de su arsenal.
Operación Caos
En 1967 una forma de música tildada de subversiva surgió en San Francisco.
Rápidamente dejó de ser una simple manifestación artística para convertirse en un
fenómeno social y político. Con la guerra de Vietnam en pleno apogeo, las minorías
raciales reclamando sus derechos civiles y los soviéticos multiplicando su capacidad
armamentística en progresión geométrica, el gobierno no podía tolerar que una
pandilla de melenudos se pusiera a enredar las cosas más de lo que ya estaban. El FBI,
tradicional guardián del modo de vida norteamericano, decidió poner a trabajar en el
asunto a lo más granado de su departamento de operaciones clandestinas, el temido
COINTELPRO. Paralelamente, la CIA, aficionada a bautizar sus actuaciones con
nombres propios de una película de James Bond, puso en marcha la denominada
“Operación Caos”, cuyo fin era terminar con el movimiento hippie o, al menos, volverlo
inocuo.
Las fuerzas vivas de la nación sentían que había que hacer algo contra aquellos
jovenzuelos que se dejaban crecer la melena y se negaban a ser inmolados en el
infierno asiático. La desclasificación de gran número de archivos del FBI durante la
década de los ochenta demostró que las principales figuras musicales de la época
habían sido sometidas a estricta vigilancia por parte de las autoridades debido a su
potencial “subversivo”. Allí había un informe dedicado en exclusiva a Jimi Hendrix, un
grueso expediente de 89 páginas sobre las andanzas de Jim Morrison y ni más ni
menos que 663 sobre Elvis Presley. Este último expediente es especialmente
interesante ya que podríamos considerarlo como la prehistoria de la Operación Caos.
En efecto, el informe comienza en los años cincuenta, cuando el propio J. Edgard
Hoover plantea la necesidad de “hacer algo” para detener este decadente ejemplo para
la juventud norteamericana. Los informes contienen perlas como la siguiente: “Me
siento en la obligación de poner en su conocimiento que Presley es un peligro definido
para la seguridad de los Estados Unidos”224. Siguiendo las consignas de la CIA, la
mafia instaló en diversos enclaves del país laboratorios clandestinos para abastecer el
mercado de las drogas. Incluso se llegó a constituir una “mafia hippie”, un grupo
llamado “La hermandad del amor eterno”225 que, liderado por el agente de la CIA
Ronald Stark, logró hacerse con el monopolio del tráfico de LSD en Estados Unidos;
todo ello con el propósito de socavar los cimientos de la floreciente revolución de las
flores a golpe de alucinógeno.
Sangre y LSD
La investigadora Mae Brussell, referente obligado en Estados Unidos cuando se
habla de conspiraciones, revelaba en un manuscrito inédito algunas de las claves de
esta Operación Caos, relacionándola de alguna manera con el asesinato de la actriz
Sharon Tate por parte de Charles Manson y su grupo de seguidores, “la familia”: “En
Agosto de 1967, el Grupo Especial de Operaciones se centró en la juventud. En Julio
de 1968, la Operación Caos (…) fue puesta en marcha contra los “jóvenes rebeldes”. A
mediados del verano de 1969, un mes antes de la masacre perpetrada por la familia
Manson, la Operación Caos entró en su fase de máxima seguridad. (…) Habían puesto
en circulación una cantidad de LSD tal que la droga se encontraría relacionada con
cada acto violento o síntoma de violencia que ocurriese en Los Ángeles o Altamont. Era
como dar caramelos envenenados en Halloween. El LSD fue la fuerza principal, la
causa tras la matanza de Sharon Tate y La Bianca. Formaba parte de la dieta de los
habitantes de Spahn Ranch226. En Julio de 1968, se dieron órdenes ejecutivas
explícitas, acompañadas de sus correspondientes instrucciones, para la neutralización
de diversos sectores de nuestra sociedad, incluyendo a los “jóvenes rebeldes”. En
1969, el equipo de servicios especiales del FBI unió sus fuerzas al Departamento de
Justicia y a la Operación Caos de la CIA. En Agosto de 1969 fue la matanza de Sharon
Tate y La Bianca…”.227
Se sospecha que Charles Manson, músico fracasado que supo reorientar su
talento hacia el estrellato como gurú de una secta de asesinos en serie; Bobby
Beausoleil, un espécimen de no mucha mejor catadura, y el componente de los Beach
Boys Dennis Wilson, encontrado ahogado en extrañas circunstancias en 1988, fueron
algunos de los conejillos de indias empleados en esta operación. En el centro de este
festival de la psicopatía alucinógena, e íntima amiga de los tres anteriores, estaba
Mama Cass Eliot -líder de The mamas & the papas-, que murió en 1974 a consecuencia
de un paro cardíaco, según el forense, aunque su amigo Paul Kassner piensa que fue
asesinada: “Sabía demasiadas cosas sobre las conexiones criminales entre Hollywood,
Washington y Las Vegas… También era amiga de Sharon Tate”.
En el Reino Unido las cosas no eran muy diferentes. Allí, el mayor enemigo para
la moral y las buenas costumbres eran los Rolling Stones. El grupo fue sometido a un
incesante acoso por parte de las autoridades, que culminó en una trampa tendida por
un confidente que dio con los huesos de los componentes del grupo en una celda por
posesión de narcóticos. Peor suerte corrió Bryan Jones -uno de los miembros más
carismáticos de la organización-, que fue encontrado ahogado en su piscina el 2 de
Julio de 1969. El caso fue archivado como muerte accidental pero en 1994 el diario
británico The Independent sacó a la luz hechos y testimonios que inducen a pensar
que pudo tratarse de un asesinato.
Altamont y Hendrix
Cinco meses después del “accidente” de Jones, la imagen del movimiento
hippie quedaba definitivamente por el piso cuando un festival de música celebrado en
Altamont, cerca de San Francisco, terminaba en una batalla campal muy alejada de la
filosofía del Flower Power. En teoría, el festival de Altamont estaba destinado a ser un
segundo Woodstock pero terminó en una tragedia que quedaría registrada en toda su
crudeza en un documental titulado Gimme Shelter. El acto central del festival debía ser
el concierto que darían los Stones el 6 de Diciembre de 1969. El organizador del evento
fue el abogado Melvin Belli, conocido en la profesión como un oportunista carente de
escrúpulos. Pero el letrado Belli tenía además una vida secreta como estrecho
colaborador de la CIA, y entre sus más distinguidos clientes se encontraban Jack Ruby,
el asesino de Lee Harvey Oswald, y Sirhan Sirhan, el presunto asesino de Robert
Kennedy228.
Belli puso al frente de la seguridad del festival a Ralph “Sonny” Barger229, líder
de “Los ángeles del Infierno”, una banda de motociclistas con centenares de
integrantes en todo el país y que con el paso de los años había crecido hasta
convertirse en una auténtica mafia sobre ruedas. Hubo numerosos disturbios con
heridos y un joven muerto, apuñalado por un motociclista cuando presuntamente
alzaba una pistola contra Mick Jagger. Jamás se supo quién había blandido el cuchillo.
Tiempo después, Barger declaró ante un tribunal que llevaba años haciendo
“trabajitos” para las autoridades, la mayoría de ellos como parte de tratos para librar a
alguno de sus muchachos de prisión. Se cuenta que cuando huyó a Argelia el líder de
los Panteras Negras, Eldridge Cleaver, la ATF -la oficina de Alcohol, Tabaco y Armas de
fuego, una de las agencias gubernamentales más duras de Estados Unidos,
responsable entre otras “hazañas” de la masacre de Waco- negoció con Barger para
que lo trajera de vuelta a casa “dentro de una caja”. Quizá sabotear el festival de
Altamont fuera otro de estos encargos.
Los sicarios de la Operación Caos contaban sus intervenciones por éxitos
cuando Jimi Hendrix, el exótico y pacifista “Elvis negro de los 60”, se convirtió en uno
de sus blancos prioritarios. ¿Fue Hendrix asesinado mientras se encontraba bajo el
efecto de los barbitúricos?. La versión de la muerte de Hendrix que divulgaron los
medios de comunicación se centraba en la consabida sobredosis que tan
oportunamente se ha llevado por delante a tantas estrellas del rock. Nadie, sin
embargo, dio en su momento publicidad a una serie de irregularidades que ya había
denunciado el encargado de la autopsia, el doctor Bannister, quien informó que en el
momento de limpiar su esófago “cantidades ingentes” de vino tinto “salieron a través
de su boca y nariz”. Asimismo encontraron gran volumen de líquido en sus pulmones:
“Es notable -declaró el médico-, porque les aseguro que uno no tiene todos los días la
ocasión de examinar un cadáver ahogado en vino. Tenía algo alrededor del cuello -creo
que era una toalla-, y estaba también empapada de esta bebida”. Éste es solamente
un hecho de un largo informe que aporta datos suficientes como para sospechar de un
asesinato. Lo más curioso es que los detalles proporcionados por Bannister no fueron
dados a conocer hasta muchos años después de la muerte del artista, fomentando
durante ese tiempo la imagen de Hendrix como la de un drogadicto que murió
ahogado en su propio vómito.
Pero ¿por qué matar a alguien como Hendrix?. El FBI vigilaba estrechamente
todos los movimientos del artista y veía con seria preocupación cómo sus posturas
políticas y sus manifestaciones públicas se iban radicalizando cada vez más,
acercándose a los sectores más revolucionarios del movimiento por los derechos
civiles, en especial a los Panteras Negras. Esta actitud se hacía también patente en sus
declaraciones, como en una entrevista concedida en Suecia al periódico Gotesborgs-
Tidningen: “En Estados Unidos tienes que elegir de qué lado estás. Puedes ser un
rebelde o puedes ser como Frank Sinatra”230. Para las mentes de los responsables de
COINTELPRO esta postura equivalía a una declaración de guerra por parte de alguien
que, como los ya silenciados Martin Luther King o Malcolm X, ejercía un fuerte
liderazgo sobre la comunidad negra norteamericana.
Morrison
El cuerpo sin vida del líder de los Doors, el cantante y poeta Jim Morrison, fue
encontrado por su esposa Pamela Courson en la bañera de su piso de París en las
primeras horas de la mañana del 3 de Julio de 1971. Al contrario de lo sucedido con
Hendrix, la mayoría de sus conocidos reconocieron no sentirse especialmente
sorprendidos por esta muerte. Durante meses lo habían visto capitular lentamente,
vencido por la desesperación en que lo tenía sumido una intensa depresión y una
creciente paranoia, que le hacía desconfiar de todo y de todos. Como en el caso de
Hendrix, Morrison ocupaba una innegable posición de liderazgo en el ámbito de la
nueva izquierda, era el poeta misterioso e inasequible que necesitan todas las
revoluciones y por ello COINTELPRO llevaba acosándolo desde hacía tiempo.
El doctor Max Vasille, el forense que procedió al levantamiento del cadáver,
puso en el certificado de defunción como causa del deceso: “Muerte natural debida a
un paro cardíaco”231. Sin embargo, una vez más, la prensa achacó la muerte a una
presunta sobredosis, cuando era de sobra conocido que Morrison, espantado por la
muerte de Janis Joplin, había renegado de las drogas y meditaba seriamente sobre la
posibilidad de cambiar de vida. Morrison pudo ser una víctima de la Operación Caos o
no, eso posiblemente nunca lo sepamos, pero lo más extraño de su caso comienza
justo tras el funeral. Con la muerte de Jim Morrison sucede algo parecido a lo que
ocurriría años después con Elvis Presley. No tardaron en surgir diversas voces que
afirmaban que Morrison estaba realmente vivo. La leyenda urbana que comenzó a
extenderse como un reguero de pólvora por todo el mundo sostenía que el artista
había decidido fingir su muerte harto ya de las presiones y servidumbres de la vida de
una estrella del rock, y que ahora llevaba una existencia anónima en Francia, dedicado
a pasear por el campo y a escribir poesía. Todo esto no pasaría de ser un desvarío de
los periódicos de no ser porque parece que la leyenda fue difundida y mantenida por
los propios servicios de inteligencia estadounidenses, que durante años han tenido a
un agente suplantando la identidad de Morrison, manteniendo activo su pasaporte y
varias cuentas bancarias a su nombre y -para añadir un toque de surrealismo al
asunto- incluso escribiendo un libro firmado por el difunto232. ¿Cuál es la razón de tan
extraña puesta en escena?. Para explicar esta inverosímil actitud de los servicios de
inteligencia estadounidenses se han aportado teorías tan disparatadas como la propia
historia de la supervivencia de Morrison, que, por cierto, resultaría una cortina de
humo perfecta para alejar a las mentes más inquisitivas de la posibilidad de que el
cantante hubiera sido víctima de un asesinato.
Mientras, Caos seguía su curso. La cantante folk Joan Baez, una de las más
activas opositoras a la participación norteamericana en Vietnam, fue el siguiente
objetivo de la operación pero, a diferencia de sus compañeros menos afortunados, tras
algunas amenazas fue rápidamente dejada en paz por los sicarios de los servicios
secretos estadounidenses. Tal vez esta deferencia se debiera a la intervención de su
padre, el científico Albert Baez, implicado en todo tipo de investigaciones secretas para
el gobierno, tanto en el laboratorio nacional de Los Álamos como en la Universidad de
Cornell. Otro que tuvo la oportunidad de replantearse su vida fue Bob Dylan, quien
decidió abandonar cualquier tipo de activismo político después de un accidente de
motocicleta que estuvo a punto de costarle la vida. Más curioso fue el caso de su
compañero Phil Ochs. El más radical de los cantautores estadounidenses terminó
desarrollando un grave caso de esquizofrenia en el que su otra personalidad era la de
John Train, un agente de la CIA cuya misión era ni más ni menos que matar al propio
Ochs. Y el caso es que John Train cumplió finalmente su misión… El 9 de Abril de 1976
el cadáver de Phil Ochs fue encontrado ahorcado, sin signos que evidenciaran otra
cosa que un suicidio.
El reino de la paranoia
Apenas unas semanas después de la muerte de Ochs, se publicaba “El control
de Candy Jones”233, un libro en el que se analizaba el caso de una víctima de los
experimentos de control mental de la CIA. El tema es que la sintomatología de la
modelo Candy Jones encajaba a la perfección con la de Ochs, incluida la aparición de
un pintoresco episodio de doble personalidad. Un sofisticado lavado de cerebro, que
incluía la aplicación combinada de diversas drogas e hipnosis, había conseguido
implantar en su mente una segunda identidad, la de una nazi fanática dispuesta a
llevar a cabo cualquier tarea que le fuera asignada por sus superiores. Candy Jones
trabajó sin saberlo como agente de la CIA durante doce años. Su orden poshipnótica
final era suicidarse, hecho que fue felizmente impedido in extremis gracias a la
oportuna intervención de su marido234. En su momento, “El control de Candy Jones” se
convirtió en un éxito de ventas. Sin embargo, no todas las obras en las que se hablaba
de presuntos asesinos programados tuvieron igual suerte.
Sal Mineo, actor que alcanzó la fama con su interpretación junto a James Dean
en la película “Rebelde sin causa”, fue apuñalado hasta la muerte el 12 de Febrero de
1976. Lo curioso de este caso es que Mineo también había comenzado a desarrollar un
cierto grado de paranoia, sintiéndose vigilado y perseguido. Hacía poco tiempo que se
había embarcado en un proyecto cinematográfico en el que interpretaría en el cine a
Sirhan Sirhan, el presunto asesino de Robert Kennedy. La película trataría sobre la
conspiración para asesinar al candidato a la presidencia, así como el proceso de control
mental al que habría sido sometido Sirhan para cargar con todas las culpas.
Es posible que algo similar le sucediera también a Mark David Chapman, el
asesino de John Lennon. Como Sirhan, alegó enajenación mental como causa de su
actuación criminal. Lo que nadie mencionó durante el juicio fue que, a los 19 años, el
joven Chapman había sido huésped de un campamento de entrenamiento que en
aquella época mantenía la CIA en Beirut235, sin que hasta el momento haya
trascendido el tipo de instrucción o adoctrinamiento al que fue sometido el futuro
asesino. Otro hecho poco conocido con relación a Chapman es que parecía haber sido
un tipo corriente hasta que fue sometido a un tratamiento psiquiátrico para
“modificación del comportamiento” en el hospital Castle de Hawaii. La terapia a la que
fue sometido incluía el uso combinado de torazina e hipnosis, la receta favorita de la
CIA para sus agentes programados.
Dentro de la Operación Caos habría existido un subproyecto específico para
acabar con Lennon, cuyo nombre en clave era “Operación Morsa”. Los analistas de la
central de inteligencia tenían muy claro que lo que estaba en juego con Lennon era la
identidad histórica e ideológica de la contracultura. Por ello, los responsables de Caos
no se conformaron sólo con la muerte del cantante, sino que, además, llevaron a cabo
una intensa campaña de descrédito destinada a acabar a título póstumo con su imagen
pública, con su recuerdo. Fruto de esta campaña fueron algunos libros difamantes que,
a pesar de la repercusión que se les quiso dar en los medios de comunicación
conservadores, resultaron un sonoro fracaso a nivel de ventas.
Caos en Jamaica
En el Caribe, los ídolos de la música tampoco estaban seguros. La pobreza y la
caótica y violenta situación política del país habían convertido a las estrellas del reggae
en los únicos portavoces que tenía una población que se sentía cada vez más ignorada
por sus gobernantes. Las elecciones en 1972 dieron el poder al PNP y su máximo
dirigente, Michael Manley, prometió un régimen de crecimiento económico. Su política,
definida como “socialismo democrático”, y su abierta amistad con el presidente cubano
Fidel Castro polarizaron, sin embargo, a la población de forma extrema y alarmaron
profundamente a los norteamericanos, que consideraron seriamente la posibilidad de
que se produjera una revolución comunista en la isla. En 1975 Henry Kissinger,
durante una visita oficial, aseguró en un encuentro privado con el primer ministro
jamaiquino “que no existiría ningún intento de realizar operaciones encubiertas en
contra del gobierno de Jamaica”. Tal vez en contra del gobierno no, pero los líderes de
opinión eran otro cantar, nunca mejor dicho. Portavoces populares de la oposición al
gobierno y líderes indiscutibles del movimiento rastafari, con un enorme peso en la
isla, fueron Bob Marley y Peter Tosh. Peter Tosh, nacido el 9 de Octubre de 1944, hijo
de un predicador, trascendió sus humildes orígenes para convertirse, como Bob Marley,
en un agitador tremendamente influyente en pro de los derechos civiles. Este último
murió de cáncer, aunque son muchos los que sospechan que esa enfermedad bien
pudo ser provocada por agentes extranjeros, ya que había sufrido un atentado con
anterioridad. En cuanto a Tosh, un escuadrón de la muerte formado por tres asesinos
profesionales se presentó en su casa y fusiló sin contemplaciones a todos los
presentes.
Pero el reggae no es la única música negra que ha padecido el asesinato
político de sus principales representantes. En la actualidad, el rap, al asumir en sus
letras y ritmos la épica urbana de la violencia cotidiana (crimen, droga, cárcel,
represión), el sexo explícito y la pornografía dura, las posturas políticas de extrema
izquierda y la justificación de la lucha armada contra el orden establecido, en
consonancia con las tesis más duras de Malcolm X y los Panteras Negras, ha sido
atacado con inusitada agresividad por los sectores más conservadores de Estados
Unidos, convirtiéndose en una nueva música “peligrosa” para la estabilidad social del
país. Las letras del rap estaban convirtiéndose en un factor de cohesión y conciencia
política dentro de los sectores más beligerantes de la comunidad afronorteamericana.
Así estaban las cosas cuando, precisamente, los más lenguaraces e insumisos de estos
nuevos trovadores del gueto comenzaron a caer acribillados a balazos por toda
Norteamérica. Una densa cortina de humo cubre lo relacionado con el asesinato del
rapero Tupac Shakur, tiroteado en un semáforo de Las Vegas el 7 de Septiembre de
1996. Seis meses después sufría la misma suerte otra estrella del hip hop, The
Notorius BIG. La situación de abierta persecución ha llegado a tal extremo que,
recientemente, una conocida casa de juego admitía, a través de Internet, apuestas
sobre la fecha en que será asesinado Puff Daddy, que se ha convertido en el heredero
musical de los dos fallecidos.
Conclusión
Éstos no han sido los últimos casos de muertes poco claras entre músicos de
gran popularidad. Los más que extraños suicidios de David Hutchance, líder del grupo
INXS y activista en movimientos como Greenpeace y Amnistía Internacional, o de Kurt
Cobain, alma del grupo Nirvana, y potencialmente una figura de la talla de Morrison o
Lennon, nos hacen sospechar que la Operación Caos podría gozar en nuestros días de
un magnífico estado de salud.

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