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domingo, 4 de noviembre de 2012

El hombre que salvó a Jimi Hendrix de la mafia


El hombre que salvó a Jimi Hendrix de la mafia

La apasionante historia la narra el escritor Evan Wright en su reciente libro ‘American desperado’. Revelamos un extracto de la obra, en exclusiva para 'Rolling Stone'. Por Evan Wright

El hombre que salvó a Jimi Hendrix de la mafia

Jimi Hendrix fue secuestrado y ni siquiera se enteró.

Jon Roberts fue un importante traficante que controlaba el cartel de Medellín (Colombia) en los años 80. Llegó a distribuir 15 billones de dólares en cocaína. Roberts me reveló algunas historias de dudosa credibilidad cuando nos sentamos por primera vez con él para realizar las entrevistas de nuestro libro, American desperado (escrito por Evan Wright, y que se ha publicado recientemente en Estados Unidos). Roberts afirmó que cuando era un joven aspirante a la mafia de Nueva York, a finales de los 60 –casi una década antes de meterse en la “industria de la cocaína”, como él la denomina-  rescató a Jimi Hendrix de un intento de secuestro. La historia parecía bastante absurda... hasta que empecé a investigar sobre qué pasaba en los oscuros clubes de Nueva York en esa época.
En otras investigaciones y entrevistas que yo mismo realicé descubrí algo aún más intrigante: no sólo la historia de Roberts tenía muchas probabilidades de ser cierta, además resuelve uno de los misterios que más intrigó a los biógrafos de Hendrix durante décadas. Esta es la historia.
Poco después de la muerte de Jimi Hendrix (el 18 de septiembre de 1970), su círculo de amigos más cercano hizo una extraña revelación: el virtuoso guitarrista fue secuestrado por varios hombres armados que pertenecían a la mafia. ¿La razón? Una disputa relacionada con un contrato discográfico. Fue, según estos amigos, justo después de la celebración del festival de Woodstock, en 1969. Una de las versiones apuntaba a John Riccobono como posible secuestrador. Da la casualidad de que ese era el apodo de Jon Roberts en los años 60 (después se lo cambió para librarse de una acusación de asesinato).
Según algunas investigaciones, sabemos que John Riccobono fue uno de los mafiosos que llegó a controlar Salvation, un importante club de Manhattan (Nueva York). Y también que lejos de secuestrar a Hendrix, Roberts y su compañero de fechorías, el también mafioso Andy Benfante, fueron los que ayudaron a rescatar al músico hasta en dos ocasiones. Y no sólo del fallido intento de secuestro: también lo salvaron de un percance haciendo esquí acuático.

Esta es la portada del libro:




Así lo cuenta el mismo Jon Roberts en el libro, American desperado: 

Cuando diriges un club nocturno siempre estás en el punto de mira de la policía. La licencia del licor les da motivos suficientes para irrumpir en tu local cuando ellos quieran. Después de un año en el negocio, Andy [Benfante] y yo comenzamos a llamar demasiado la atención: no de la policía de Nueva York, que siempre estaban comprados, sino del FBI. Dos incidentes hicieron que comenzaran a fisgonear.
Primero fue el intento de secuestro de Jimi Hendrix. Jimi y yo nunca fuimos grandes amigos. No creo que él tuviera jamás un amigo de verdad. Jimi era un mal drogadicto, y además siempre tenía a gente dudosa alrededor. Eran parásitos que lo ahogaban. Después de conocernos en el club Salvation, se vino a mi casa en Fire Island (Nueva York), donde lo mantuvimos a salvo de toda esa gente. Nos aseguramos de que nadie lo pudiera molestar a excepción de sus verdaderos amigos.
A Jimi le gustaba mucho el guitarrista de blues Leslie West. Recuerdo una noche que se quedaron los dos tocando durante horas en el salón. Hendrix tuvo que chutarse speed (anfetaminas) en el brazo para estar a la altura de su amigo. Así era el bueno de Leslie.
A veces llevábamos a Hendrix a hacer esquí acuático con mi lancha. Una vez casi se mata: iba sin chaleco salvavidas y se cayó de los esquís. Estaba en el agua dando tumbos. Giré el barco y le lancé una cuerda. Cuando lo vi estaba moviendo los brazos como un loco y de repente me pregunté si sabía nadar. Andy tuvo que saltar al agua y liarle la cuerda al cuerpo. No queríamos que muriera con nosotros: eso nos habría traído muchos quebraderos de cabeza. Reconozco que pasé buenos momentos con Jimi, pero practicando esquí acuático era un auténtico desastre.
Me vi envuelto en el intento de secuestro de Jimi Hendrix porque justo fue raptado por unos tipos al salir del Salvation. Después, algunas personas me acusaron de ser el secuestrador. Decían que yo estaba relacionado con los tipos que ataron a Jimi a una silla y le obligaron a chutarse heroína. Por favor. No hubiera hecho falta que nadie obligase a Jimi a chutarse nada. Con haberle dado la heroína, él se la hubiera pinchado. Salir a buscar droga era lo que metía a Jimi en problemas. Andy y yo fuimos los únicos que le ayudamos a salir de ahí. 
Hendrix tenía gente que normalmente le compraba droga. Pero algunas veces tenía tanto mono que venía a nuestro club en busca de ellas. Una noche dos chicos italianos –no eran mafiosos, pero aspiraban a serlo– vieron a Jimi en nuestro club. Y pensaron: “Ey, es Jimi Hendrix, vamos a raptarlo y ya veremos lo que hacemos”.
Estos tipos eran idiotas. Prometieron a Jimi algo de droga y lo llevaron a una casa fuera de la ciudad. No sé si querían dinero o una parte de su contrato discográfico, pero llamaron a su mánager exigiendo algo. Lo siguiente que supe fue que el encargado del bar me llamó y me dijo que Hendrix había sido secuestrado en nuestro club por unos italianos.
Nos llevó dos o tres llamadas de teléfono averiguar los nombres de los chicos que se habían llevado a Jimi. Cuando los localizamos se lo dejamos claro: “O soltáis a Jimi o estáis muertos. Ni se os ocurra tocarle un pelo de su peinado afro”.
Dejaron que Jimi se fuera. Todo esto duró en total dos días. Jimi estaba muy drogado y seguramente ni fue consciente de que había sido raptado. Andy y yo esperamos una semana y después fuimos en busca de los chicos italianos. Les dimos una paliza que jamás olvidarán.
Ese soy yo: el buen samaritano. Por desgracia, después del secuestro alguna de las personas que lo rodeaban se pusieron en contacto con el FBI y les largaron la historia. A partir de entonces el FBI comenzó a husmear en nuestro club. Hasta que un día Andy y yo fuimos acusados de asesinato, y tuvimos que salir de Nueva York e instalarnos en Miami.
¿Quién sabe? Si no hubiera salvado a Jimi Hendrix probablemente nunca hubiera llegado a controlar el cartel de Medellín, ni tampoco hubiera dirigido un negocio de contrabando de cocaína. Estés dónde estés Jimi, muchas gracias.


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